miércoles, 14 de octubre de 2009

historias mínimas parte 1

Sentada frente a las hoja, se acomodó, tragó un poco su espesa saliva y las tomó entre sus manos.
No era la primera vez que se sentía así. Ese nudo en el estómago ya era le era familiar. De hecho era la cuatrigésima octava vez que se sometía a tal experiencia..., cualquiera pensaría que debería estar más que preparada, pero no lo estaba.
Las palpitaciones de su corazón se sentían como el andar constante y consecuente de una locomotora. El silencio del entorno dejaba al descubierto sus emociones más profundas, más sentidas y a la vez tan molestas como el zumbido de una mosca.
En medio del silencio, sólo sus latidos y el tic tac del reloj la acompañaban. Sin embargo no estaba sola. A su alrededor se encontraban muchos rostros, rostros sin nombre, sin pasado y sin presente.
Era hasta incluso aliviante, sentirse ajena a todo, en un momento tan importante en el cual de su concentración en el asunto dependería el futuro de sus días, los más inmediatos, y los más posteriores.
En ese mundo alienado, cada quién estaba preocupado por su asunto, tanto así que hasta el paso de una jauría de jabalíes no habría causado la menor mueca en el mundo de los hombres de rostro sin nombre.
Cada quien en cada que, esa parecía ser la consigna requerida para estar en es sitio, en ese lugar tan no lugar.
Los hombres de rostro sin nombre, aunque parecían no tenerlo, respondían a una especie de número, una suerte de codificación exclusivamente otorgada para los fines macabros de los creadores de la Matrix en la que se encontraba.
Era la cuatrigésima octava vez que estaba en esa situación, pero aún así, no podía parecerle familiar. No cuando los rostros no tenían nombre, no cuando del resultado de sus actos, dependería su futuro.
Respiro profundo, tratando de no ver más la nebulosa que de letras negras se dibujaba ante sus ojos.
Respiró porque alguien le había dicho que lo hiciera. Era alguien importante, alguien con nombre, con pasado y posiblemente con futuro.
Respiro y focalizó. Las letras aparecieron ordenándose antes sus ojos cual danza de apareamiento de hormigas holandesas. Bien lo sabía, pues lo había visto en el canal de cable de los animales, ese que le gusta mirar antes de que comience la novela de las 10.
Respiró y comenzó a leer las líneas que definirían su futuro, sintiéndose casi como ante una bruja a punto de adivinar su destino, con sólo leer las líneas de su mano. El momento había llegado, la hora de la verdad, luego de tanto esfuerzo y sacrificio, luego de tanta historia en el no lugar de los hombres sin historia.
Era tiempo..., era mucho tiempo.
De su bolsillo derecho sacó un instrumento peculiar de funciones muy utilitarias. El mismo le ayudaría tal como un duende al héroe a convertirse en tal. En ese entonces cuando el héroe no era el héroe y el héroe significaba algo más que Maradona.
Fue entonces cuando las esperadas palabras, aquellas por las que había estado temiendo comenzaron a hacerse audibles. Primero como una simple premonición, luego como un veredicto mortal. Hubo un gran silencio, un vacío atemporal que inmovilizó a todos los hombres sin nombre, dejándolos mudos, inclusive a ella, quién temía convertirse en ese momento en una mujer con nombre, con pasado pero sin futuro.
El momento había llegado, no había escapatoria. Y del silencio se escucho:"Ya pueden comenzar el examen".

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